Teletrabajo, una fuente de estrés

Teletrabajo, una fuente de estrés

Teletrabajo, una fuente de estrés

El teletrabajo comenzó a ser parte de nuestra vida cotidiana como consecuencia de la pandemia. Para muchas empresas, la vuelta a la normalidad ha consistido en una llamada a los trabajadores para que acudan a las oficinas, pero otros empresarios han querido ver en el trabajo a distancia una oportunidad para aumentar la flexibilidad de su plantilla y, por qué no, de abaratar costes. Sea cómo sea, lo cierto es que el trabajo en remoto ha venido para quedarse con todas sus consecuencias y puede suponer tanto una experiencia muy interesante como servir de fuente de estrés, tensión y ansiedad.

Desde luego, lo que es cierto es que el teletrabajo ha acabado con una interacción social en la que dominaba lo físico. Las videollamadas son una buena muestra de ello: destacan por ser una forma muy útil de comunicación, pero les falta ese factor más humano y capital como es el del contacto físico. Bajar con un compañero a desayunar, a tomar algo o a comprar la comida son rutinas que normalmente se pierden en remoto.

El trabajo a distancia también ha dado la bienvenida a nuevas distracciones y problemas. Ruidos molestos, niños entrando por la puerta mientras estamos en una videollamada, habitaciones con poca luz o una mala conexión a internet son, entre otras, circunstancias que la empresa y las personas con las que interactuamos en una llamada deben conocer. Al entender nuestro contexto, el interlocutor estará más sensibilizado con estas limitaciones.

Además, al trabajar en casa, tenemos más contacto con las personas que viven con nosotros. Compañeros de piso, pareja o hijos pueden no entender que, aunque trabajamos en una habitación que ni siquiera está exclusivamente destinada a nuestra actividad laboral, lo que hacemos es precisamente eso, trabajar. De esta manera, tenemos que ser capaces de marcar ese territorio como si de un espacio de oficina se tratara, pidiendo que se llame a la puerta antes de entrar, que se hable en voz baja y que las interrupciones sean las mínimas y necesarias. Lo contrario dará paso al estrés, dificultará la concentración, nos distraerá, romperá la rutina de trabajo y hará que nuestras videoconferencias se conviertan en algo que distará bastante de la profesionalidad.

Sin embargo, y a pesar de esta mayor interacción en casa, cuando se teletrabaja es bastante común aislarse, lo que provoca estados de soledad, apatía, irascibilidad y, en el peor de los casos, depresión. Y es que lo que parecía la panacea del remoto, no lo ha sido tanto, dando como resultado, en ocasiones, a una desestabilidad emocional y laboral fundamentadas en la inseguridad del horario del trabajo a distancia (en muchos casos la gente no puede o quiere desconectar y hace más horas) y a la falta de fronteras entre la vida personal y laboral, que ya no son tan evidentes.

Por si fuera poco, además, podemos ser víctimas de la fatiga digital debido al tiempo excesivo que pasamos frente a las pantallas. De esta manera, podemos sentir tensión muscular, ojos secos y cansados, migrañas, debilidad o notaremos que descansamos peor. A todo ello se pueden unir emociones como la frustración, la desmotivación o la ansiedad. Lo que puede, a su vez, incidir en nuestras relaciones personales con los demás.

Videollamadas y fatiga digital

Al iniciar una videollamada, nos fijamos en nuestra cara, en esa que aparece en un recuadro pequeñito, pero obviamos la de la otra persona o esa presentación que acaban de compartirnos en la pantalla. Esto puede ser igualmente motivo de estrés al observar constantemente nuestro peinado, la ropa que llevamos, una arruga en nuestra camisa, esa expresión facial que no nos ha gustado… Normalmente, en una conversación cara a cara fuera del mundo digital esto no es así, miramos a los lados, observamos a la otra persona y, en definitiva, prestamos más atención.

Las videoconferencias son, por tanto, motivo de esa fatiga digital de la que hablamos. Para evitarla, lo primero que tendremos que hacer es dejar de mirarnos y escuchar a la otra persona. Quizás puedas apagar tu cámara para ello si la reunión lo permite. Desde luego, lo que no deberías hacer es realizar otras tareas durante la videoconferencia, ya sea chatear con otras personas, escribir mails o estar atento al móvil en vez de a la conversación.

Otra opción para evitar el estrés derivado de la fatiga digital pasa por iniciar algún ejercicio físico o de relajación. No hace falta acudir a un gimnasio o a una clase de yoga, con levantarse de la silla para realizar algunos estiramientos o salir 20 minutos a pasear es más que suficiente. Lógicamente, lo ideal es hacer deporte con más asiduidad e intensidad para evitar también el sedentarismo, pero muchas veces nuestras responsabilidades nos lo impiden.

El sueño de calidad es otro factor a tener en cuenta para eliminar esta fatiga. Por eso es esencial irse a dormir sin consultar ningún dispositivo digital. Si queremos desconectar, esta es la mejor opción. Dormir el tiempo necesario, intentar iniciar el sueño siempre a la misma hora y en un ambiente de relajación son hábitos que contribuirán a conseguir un descanso placentero.

Soluciones para evitar el agobio

Para evitar los problemas psicológicos asociados al teletrabajo podemos adquirir ciertos hábitos que nos ayuden a encontrarnos más serenos. En este sentido, si planificas tu tiempo y mantienes una actitud ordenada frente al trabajo seguro que todo te irá mucho mejor.

Además, puede ser interesante comenzar a escribir una agenda con los diferentes objetivos a cumplir durante el día para llevar una actividad más ordenada. Por su parte, la habitación en la que trabajes debería de estar totalmente dedicada a tu actividad. Como en ocasiones esto es imposible, podemos hacer uso de un biombo para delimitar espacios. Finalmente, y aunque suene evidente, la habitación deberá ventilarse cada hora y permanecer limpia y organizada. Trata de no colocar el escritorio frente a la ventana, de esta manera, el contraste entre la luz natural y la pantalla del ordenador no dañará tus ojos.

Y, por supuesto, si el agobio y el estrés hacen mella, no dudes en contactar con un profesional para que pueda ayudarte. Nosotros en Crescere hemos tratado ya a varios pacientes con estos problemas y el resultado no ha podido ser más satisfactorio.

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